Está claro que éste ha sido un curso muy diferente a cualquiera que hayamos podido vivir en el Colegio Marista Santa María de Tui. Podríamos releerlo de muchas formas: medidas organizativas diferentes, cambios de espacios, señalizaciones, medidas de protección, barreras para nuestro modelo educativo… pero hemos escogido hacerlo en base a nuestra identidad, ser maristas, y como hemos sentido que esa parte de nuestro ADN nos ha ayudado a adaptarnos a la situación.
Lo primero de todo en aparecer fueron la confianza en Dios y el amor al trabajo bien hecho, ayudándonos a ver el protocolo, adaptar los espacios, trabajar juntos y poner todo lo que estaba en nuestras manos para transformar el colegio y sentir seguridad antes de convocar a familias y alumnado.
Lo segundo tiene que ver con la cercanía y el espíritu de familia, que se fueron transformando en horas de trabajo de las distintas personas que trabajamos en el colegio (profes y PAS), mano a mano, codo a codo… pero también en la certeza de encontrarnos presencialmente con las familias para que conocieran la nueva organización del colegio y que pudieran preguntar sus dudas y expresar sus miedos.
Es cierto que la incertidumbre y los miedos, aparecieron en algunos momentos, pero el sentido de proyecto común, de corresponsabilidad, de amor a nuestro alumnado… pudieron más que las distintas dificultades y situaciones que fueron apareciendo a lo largo del curso.
Seguramente hay cosas que podrían haber funcionado se otra manera, pero lo que nos ha aportado nuestro ADN a lo largo del curso ha sido el estar atentos a nuestro alumnado y familias, a las distintas situaciones, a la forma de vivir o enfrentarnos a contactos estrechos, aislamientos, video llamadas y situaciones dispares que han ido surgiendo.
Nuestro ADN se ha humanizado aún más, haciéndonos cada vez más sensibles a lo que puede suceder delante de nuestros ojos. Esa sensibilidad se traduce en adaptación, pero también en firmeza, dos cualidades que en equilibro nos han ayudado a llegar a fin de curso con cierta serenidad, aunque cansados.
Nuestras manos y nuestros ojos se han convertido más que nunca en instrumentos de la ternura de Dios para ser capaces de acoger, cuidar, calmar, acompañar, corregir, facilitar el encuentro y avanzar juntos.
Deseamos que paséis un buen verano, que aprovechéis para descansar, para estar en familia, para jugar… siempre con “sentidiño”, porque a la vuelta del verano nos espera un nuevo curso en el que deseamos seguir convirtiendo el colegio en un espacio de aprendizaje, pero también de vida, ya que además se acerca nuestro 25 aniversario como cole y deseamos que sea un momento especial que compartir con vosotros.